El verdadero creador siente un impulso incontenible. Yo me clasifico en esta categoría. Sin embargo, mi vocación nunca ha sido clara, en el siguiente sentido: siempre he sabido que mi destino y mi necesidad era el Arte. Sin él mi vida no podría tener sentido alguno –por eso las dudas sobre el propio sentido del Arte y mi valía afectan profundamente al sentido de mi vida.
Pero, y esto es francamente sorprendente, contrariamente a otros artistas mi vocación nunca estuvo proyectada en ningún arte concreto. Sabía que desde mi tierna adolescencia que quería ser artista, pero no de qué. ¿Literatura?, ¿Música?, ¿Teatro?, ¿Cine?, ¿Circo?, ¿Pintura?, ¿Escultura?... Afortunadamente, y más allá de mi falta de talento –que no de genialidad- para estas diversas manifestaciones, descubrí a tiempo el arte contemporáneo y su inclinación a la obra total. Probablemente si hubiese nacido unas décadas más tarde yo habría sido el gran genio de los multimedia –aun con mis reservas para la tecnología. Pero nací un poco antes de tiempo, y me ha tocado el periodo de transición entre la vanguardia y la nueva era. Ello puede explicar perfectamente la naturaleza básica de mis crisis creativas.
Aunque a veces me asalta una terrible, tremenda duda: ¿No sería mi verdadero destino inventar un nuevo género artístico? Todavía no pierdo la esperanza de que ocurra.
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