SIPNOSIS BIOGRÁFICA (1) DE SARA-CLARABELLA MAX, por Felipe Mistolio


Clara-Sarabella Beautifreigel Schindfield nació en 1968 en la hermosa villa de Frühlisgstadt, hija de una familia de pequeños comerciantes cuyos antecedentes se remontan al pequeño mundo de los hermanos Grimm. Su padre, el Dr. Maese Johann-Johannes Beautifreigel, era diseñador de suelas de zapato industrial y proporcionó a Clara-Sarabella una esmerada educación técnica en esta profesión. Pero fue de su madre, Clara-Sofia Schindfield, de quien Clara-Sarabella heredó... (ver más en SIPNOSIS (1) BIOGRÁFICA DE SARA-CLARABELLA MAX, por Felipe Mistolio (2))

(Mendiga de amor)


  Voy a escribir un relato corto que se titule “Mendiga de amor”, o quizás, más bien, “La Mendiga” (parece más ambiguo y no proporciona al lector desde el comienzo una pista tan clara sobre la trama). Esta idea se me ocurrió ayer cuando volvía en el autobús totalmente borracha y desencantada de la gente con la que estuve bebiendo. En realidad, sí, la idea de la mendiga que no busca dinero sino un poco de cariño, se basa en la experiencia desagradable que sufro últimamente con algunas de mis amistades que parecen querer divertirse mucho cada milisegundo de la jornada, descubrir el mundo del underground al completo en un porro y ser innovadores artísticamente por follar con gatos. Y mientras tanto se dan unos a otros por culo –no solo literariamente- eso sí, con estilo y sólo cuando están borrachos. En fin, no quiero seguir por este camino de crítica amarga porque está hirviendo el agua para el café que debo tomarme si quiero superar con éxito esta terrible resaca. Ahora vuelvo.

  A lo que iba, y es que, y se me ocurre ahora, en el  espacio umbral entre la vida sobria y la vida etílica, nuestra protagonista encontrará un vacío que al principio achacará simplemente a un estado de transición entre estos dos mundos, pero que luego se revelará como un vacuum de carácter afectivo que no había esperado encontrar. La consciencia de esta carencia de cariño empezó al principio expresándose extrovertidamente, buscando M apoyo en sus amigos y conocidos, sobre todo mediante la frase “nadie me quiere...” que M emitía en un tonillo entre desgarrado y mimoso, esperando que alguien continuase esos sugerentes puntos suspensivos con un “pero claro, nosotros te queremos....”  “mmmmmm...., no sé.....”, “que sí...” y, a ser posible, con un gesto de carácter pseudo-amoroso asexual del tipo revolver el pelo de la cabeza brevemente. Lo más que M logró aquellos días fue, verbalmente, una contestación como “deja ya de decir chorradas”, o “vete a la mierda”, o peor aún, “pues no, me importas un pito”, y físicamente –como la experiencia más positiva, por no citar otras francamente desmoralizantes e incluso agresivas- la palmadita en la espalda que le dio su amigo J diciendo “vamos, vamos, que llego tarde, mañana nos vemos”. Lo que al principio era un pseudo-juego verbal para nuestra protagonista terminó adquiriendo las dimensiones de un verdadero drama, a medida que constataba día a día que la situación que planteaba la frasecita no era contradicha, sino afirmada por todos sus “colegas”. M fue poco a poco subiendo el tono de su frase, llegando incluso a plantear seriamente la cuestión a sus mejores amigos: “tengo que hablar con vosotros. Necesito hablar con vosotros, me siento mal y muy sola, tengo la sensación de que nadie me quiere, y ahora hablo en serio”, a lo que, al mentar la desafortunada frase otra vez, solo recibió la sempiterna respuesta de “ya estamos”, pero la segunda vez, se encontró con un silencio general y una conversación posterior que dejaba claro que hacían oídos sordos a su intervención. A partir de entonces M tuvo que llamar a sus amigos para poder verlos y no recibió más que excusas: “es que ya he quedado”.

-¿con quién?
-No les conoces...
-¿Y a dónde vais?
-Por ahí..., bueno, ya te llamo, hasta luego.
-Espera, ¿puedo ir con vosotr....?


  No tengo muy clara la transición de la historia, pero un final apropiado podría ser:

  M se colgó un cartelito al cuello que decía: Más vale pedir que robar: por una mirada amable limpio los zapatos; por un “me caes muy bien” friego suelos; por un “te aprecio” y por un “te quiero” hago cualquier tipo de recados; por un “te adoro apasionadamente” riego las plantas y cuido gatos, perros e incluso niños. Pero a aquel que me ofrezca una promesa de amor eterno....

* * *

No hay comentarios:

Publicar un comentario