Mi autocrítica despiadada me hace ahora dudar sobre la oportunidad de este relato. Parece que resulta un poquín Kitsch. Además, parece que el tema del “cariño” no goza de gran favor en la actualidad –¡miserable época que me ha tocado vivir!-. Probablemente mi editor me recomiende introducir un poco de sexo, pero entonces el tema quedaría totalmente desvirtuado: “Mendiga de sexo”, sería más adecuado como título para un best seller de ínfima categoría. O más bien, adecuado par película porno. Sí, ya me imagino mi relato ridiculizado y llevado al cine de esta forma. Una historia basada en los sentimientos más íntimos y profundos del ser humano convertido en bazofia visual para que varios machos cuarentones menopáusicos y algún jovencito underground se la meneen a media luz, mientras con la otra mano comen palomitas. Sí, desde luego, como dijo alguien, de lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso, y parece que yo siempre acabo dándolo.
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