SIPNOSIS BIOGRÁFICA (1) DE SARA-CLARABELLA MAX, por Felipe Mistolio


Clara-Sarabella Beautifreigel Schindfield nació en 1968 en la hermosa villa de Frühlisgstadt, hija de una familia de pequeños comerciantes cuyos antecedentes se remontan al pequeño mundo de los hermanos Grimm. Su padre, el Dr. Maese Johann-Johannes Beautifreigel, era diseñador de suelas de zapato industrial y proporcionó a Clara-Sarabella una esmerada educación técnica en esta profesión. Pero fue de su madre, Clara-Sofia Schindfield, de quien Clara-Sarabella heredó... (ver más en SIPNOSIS (1) BIOGRÁFICA DE SARA-CLARABELLA MAX, por Felipe Mistolio (2))

Octubre de 1997 (屯 Chun o la dificultad inicial)


Cuál pueda ser el sentido de coger la pluma -o en este caso abrir un documento en el procesador de textos del ordenador- por una necesidad más física que mental de arrojar palabras y frases sobre una pantalla o sobre una hoja, o, casi más honestamente, por el placer de sentir resbalar los pensamientos articulados en palabra automáticas que fluyen como saliva y masajean alguna parte, no sé, del cerebro, queda fuera de mi entendimiento.  La construcción de una frase, en sí misma, supone tal placer cuando se contempla después como una pequeña unidad acabada e independiente, unificada en sí misma... que la tensión creada por unos simples puntos suspensivos -muy musical por cierto- puede llegar a perturbar seriamente el espíritu si se da la coincidencia de que además sea una mañana de domingo frustrada junto a un cutre vaso de vino -en ausencia de cerveza- y unas estúpidas galletitas integrales -en ausencia de nada más adecuado para el picoteo nervioso-. Si todo tiene una función es importante dejarse llevar, quizás, por estos impulsos más bien táctiles que cerebrales. Pero si no la tiene, no sabría muy bien calibrar si el desgaste de energía y la preocupación ideológica resultante de la entrada en el proceso creador, puede llega a ser de carácter negativo. De todas formas, hace tiempo que renuncié a la expresión aforística, quizás el don que más envidio y que por alguna razón me fue negado -salvo en exabruptos orales ocasionales- por lo que desde entonces me masajeo con largas frases que me mecen en una especie de escarceo con el lenguaje que no obstante no tiene nada que ver con el de los filósofos de esta rama, quienes más bien, parecen un poco sordos para la eufonía libre y poética. En fin, aquí, seguiría, pero la depresión me ha dominado. Las frases se acortan, pues no tengo fuerzas. Me invade el nihilismo aplastante de no tener nada que decir ni porqué decirlo. Y esto va a ser otra obra frustrada. De nuevo. Pereza. Sueño. Mmmnn. 

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