(Clara-Sarabella am Spinnrade)
(2012)
En esta pieza Clara-Sarabella
no está enamorada de Fausto alguno, ni representa el eterno femenino, sino uno
bastante circunstancial: hila por el placer de pasar el rato y con la ilusión
de hacerse una manta invernal de colores extravagantes.
No obstante, la rebosante
alegría del hilar deriva en una peligrosa euforia que no casa bien con los
trabajos manuales, en los que Clara-Sarabella tiende a volcar un exceso de
creatividad desbordada.
Tras algunos problemas y
enredos de diversa índole (un burruño de colores casi atasca el mecanismo), el
trabajo sigue, aunque la trama ha cambiado imperceptiblemente, deviniendo algo
más castiza.
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